- Majestades, - interrumpió Fadil las frases sin sentido de Yélahiah - Gorio y Daltar harán guardia dentro su carpa…-
- ¡No, para un poco! – Interrumpió Isis – Me estás diciendo que, además de Mahasiah, tengo que compartir mi carpa con ella y ustedes. No, yo me rehúso, me costó mucho tener mi pieza propia en mi casa y no pienso compartir una habitación con nadie más hasta que me case, si es que me llego a casar… - la chica miró pensativamente el cielo y luego volvió a habla - Aparte, el olor a humanidad sería atroz.
- Los elfos y nosotros no olemos como los humanos – le reprochó disimuladamente Mahasiah.
- ¿Ah no? Y entonces ¿a qué huelen? -
- A jugo de piña y café – Ironizó Ariadna entrando a la carpa –
- ¿Eso fue una ironía? Detesto esas cosas porque nunca sé diferenciarlas. Mejor decir todo de un principio, para que quede claro, ¿Cierto, Mahasiah? – El joven pasó de largo y entró a la carpa - ¡Mahasiah! – Isis rezongó y lo siguió, olvidando por completo que tenía que compartir carpa con muchas personas. Dos segundos después Isis salió gritando desesperada, arrastrando a Mahasiah del brazo. –
Daltar vio como la hechicera corría hacía el otro extremo del campamento arrastrando a su ogled y se escondía tras un árbol. El elfo se acercó a la tienda principal para ver qué había ocurrido. Entro a la tienda tras Yélahiah.
Gorio se acercó a Mahasiah y le preguntó qué ocurría con la niña, a lo que él respondió.
- Un lobo en la hamaca… - ambos intentaron calmar a Isis y llevarla de vuelta a la carpa, diciéndole que no se podía quedar sola de noche e intentar explicarle que no tenía nada que temer, que los lobos no le harían nada, pero que volviera a la tienda y que allí le explicarían todo.
- Siempre dicen que van a explicar todo y nunca explican nada. Y a mí no me dijeron nada de lobos, nunca me hablaron de animales salvajes, esto no estaba en mi contrato, ¡ni siquiera tengo un contrato! ¡Mahasiah! Nunca me hablaste de animales salvajes, yo te aguanto hasta ciervos no más ¡ni siquiera me gustan los perros y ahora me dices que hay lobos! ¡esto es inaudito!
- - Pero majestad… - comenzó Gorio – ellos están aquí por su seguridad, además son parte del clan, ellos… están de nuestro lado. Vamos a la tienda y ahí se dará cuenta de que no son malos, y le explicaremos, de verdad que esta ves si le explicamos, porque los lobos están aquí.- comenzó a guiarla junto al ogled hacía la tienda.
Ariadna curiosa entro a la tienda a ver qué era lo que había espantado a la otra muchacha. Ahí, sentado cómodamente en la hamaca de Isis, era un animal grande, más de lo común, con un grueso pelaje café rojizo, de un tono parecido al del cabello de Fadil. Los azules ojos del lobo la miraban con inteligencia y curiosidad, como preguntándose “¿y ella por qué no se asusta como la otra?”.
- - - ¿Cómo es que se subió a la hamaca? – preguntó a Daltar quien solo se encogió de hombros.
- - Alfa – comenzó despacio Daltar – ¿podrías bajarte de la hamaca de la hechicera? – el lobo giró la cabeza hacia un lado y lo miró como diciendo “¿por qué? Si ella no está aquí…” – Sé que no está aquí pero… tu presencia no le causó una buena impresión
- - Aquí estás – Dijo Fadil entrando a la tienda. Miró al lobo, quien le respondió con otra mirada y comprendió por qué la hechicera se había ido corriendo. Dio media vuelta para buscar a Isis pero se la encontró en la puerta, siendo prácticamente empujada por Gorio y Mahasiah - ¿Majestad?
- - Ese perro ¿de quién es? – Preguntó la muchacha apuntando al animal, que levantó las orejas, sorprendido –
- - Es como mío – Contestó el elfo – Y no es un perro, es un lobo –
- - Es lo mismo, sácalo, quiero dormir – Respondió Isis – Gato, vete – le dijo al animal. El lobo la miró, bostezo, se estiró y siguió en la hamaca. La muchacha se cruzó de brazos y se le acercó, manteniendo cierta distancia – Ya te dije, bájate – El lobo siguió en el mismo lugar - ¡Bájate! – Gritó la niña, dando pequeños saltitos. El lobo la seguía mirando, parecía más divertido que molesto – Fadil, controla a tu animal y dile que se baje –
- lo miró y de un salto se bajó, miró burlescamente a Isis y se puso al lado del elfo – Listo – Isis miró feo al animal y trató de acomodarse en la hamaca.
- ¿Es tan común que haya lobos dando vueltas en el campamento? – Preguntó Ariadna –
- Sí – Se adelantó a responder Fadil - Porque muchos de los que estamos aquí somos del clan de los lobos –
- ¿Y por qué no estaban antes? – Preguntó nuevamente la muchacha –
- ¡Sí! ¿Por qué tenían que aparecer de noche y no de mediodía? Claro, tenían que aparecer de noche, cuando dan más miedo. A la hora del desayuno habría sido piola, pero no, los chistosos aparecen en la noche ¡Más encima el muy barza se sube a MI hamaca! – Agregó Isis sin dejar de mirar al animal. Yélahiah al escucharla comenzó a reír. Los elfos la miraron tratando de entender qué significaba “piola” o “barza” –
- Es que pensamos que se iban a asustar… - Dijo Daltar. Ariadna miró a Isis burlonamente –
- Muy tarde – Comentó la muchacha –
- Entonces, Gorio y Daltar se quedan haciendo guardia dentro de la tienda, Alfa también… - Comenzó Fadil pero, para variar, fue interrumpido –
- ¿Y por qué ellos se tienen que quedar acá? ¿Y por qué el gato también? – Preguntó Isis –
- ¡Sí! ¿Por qué el gato también?... ¿Qué gato? – Agregó Fadinhe mirando para todos lados. Se fijó en el lobo, que no entendía porque le decían gato – Ah, ya encontraste a Alfa –
- No es un gato – Insistió el elfo. El lobo se le acercó a Ariadna – No se preocupe, no le hará nada –
- Si sé, si ya no me hizo nada – Contestó la niña mientras el animal la olía. Ariadna le rascó la cabeza – Personalmente no me gustan los animales, pero está simpático tu lobo – Todos los que no eran humanos que estaban en la tienda miraron sorprendidos al animal, el que se dejaba tocar tranquilamente. Luego el lobo se acercó a Isis, quien se corrió a medida que el animal se acercaba –
- No me muerdas – Amenazó al animal mientras éste la olía. Isis lo miró con precaución y acercó su rostro hasta quedar a la misma altura que el lobo. Se miraron por unos segundos y luego se alejó – Ya nos entendemos, muy bien – El lobo movió la cola y volvió al lado de Fadil.
- Alfa dice que usted es rara – Dijo el elfo –
- ¡Oh! ¡Hablas con los animales! ¿Eres una especie de Tarzán? – Preguntó Isis –
- ¿Quién? – Fadil la miró confundido –
- Tarzán, el hombre mono… - Mahasiah se sentó al lado de Isis y le tapó la boca –
Ariadna los miraba negando con la cabeza, pensando que esa niña era más tonta de lo que ella creía. Miró a los elfos y les dijo.
- - En realidad, yo tampoco estoy de acuerdo con que se queden dentro de la tienda –
- - Es por su seguridad – Respondió Daltar –
- - ¿Pero no basta con Yélahiah y Mahasiah? –
- - En el caso de que nos ataquen y que todos los demás elfos estén inhabilitados para ayudarles, ustedes estarán con nosotros – Agregó Gorio – Corren menos peligro si nosotros estamos acá –
- - Disculpa, pero yo creo poder defenderme si alguien me ataca, y no sería más sensato que se ubicase por fuera de la puerta donde pueden ver lo que pasa afuera que adentro donde quedan incomunicados.
- - ¡Sí! – corroboró Fadinhe – además ¿Dónde queda la privacidad? Son mujeres, necesitan su propio espacio para hacer cosas de mujeres, estúpido – dijo dirigiéndose a su hermano – Y son las hechiceras, tienes que hacer lo que ellas quieran.
- - La verdad – comenzó Mahasiah, quien aún mantenía la boca de Isis tapada – es que a mí tampoco me gusta mucho la idea de que alguien más esté aquí adentro mientras Isis se cambia de ropa…
- ¡Decidido! Entonces en esta tienda se quedan las hechiceras, sus ogleda y el gato - celebró la elfa. Fadil la miro esperando de un momento a otro que el lobo la atacara, al animal miró al elfo como diciendo “no me meto en pleitos familiares”.
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El centauro caminaba por los pasillos, llevaba información importante. Conocían las intenciones de él, pero lo que le diría cambiaria sus planes inmediatos.
Todo se hallaba en silencio, solo el sonido de sus cascos contra el piso de piedra y unos gritos lejanos rompían el pesado silencio. Bajó el largo tramo de escaleras que llevaban hacia el último piso, recorrió pasillos mientras los gritos aumentaban de volumen a cada paso, se sentían cada vez más agónicos y desesperados. Sintió lastima por el pobre diablo que tenían apresado allá abajo pero él no le correspondía hacer nada por salvarlo. Se detuvo ante la puerta donde los alaridos se sentían más fuertes y esperó, sabía que estaban al tanto de su presencia pero no lo atenderían hasta haber terminado primero con su huésped.
Los minutos pasaron mientras los gritos se volvían lamentos y luego desaparecían por completo. Momentos después la puerta se abrió y salió por ella la persona a quien esperaba. El hombre, un joven, los miró con sus fríos ojos negros, el centauro hizo una reverencia y el joven esperó para que se levantara para comenzar a caminar. Esperó que el joven avanzara para caminar a unos pasos de él. El joven era alto, tan alto que llegaba un poco más abajo que su hombro, tenía la espalda ancha gracias a los entrenamientos autoimpuestos, llevaba una trenza rubia que caía sobre la oscura capa hasta la mitad de la espalda. Era un espécimen impresionante para ser un simple humano, a los 21 años ya tenía su propio ejército, tenía aterrorizado a gran parte del territorio. Sí, había hecho más que las generaciones anteriores.
Caminaron en silencio. Muchos temían el pesado silencio que se sentía que se estaba cerca de Adrik, pero no los de su raza. Llegaron hasta una de las habitaciones del castillo, la cuál era usada como estudio. El centauro entró y esperó a que Adrik se acomodara, luego comenzó a hablar.
- - Señor, hemos estado observando las estrellas y estamos al tanto de sus intenciones, de querer ir a ver por sí mismo a las hechiceras - Explicó. – pero los astros no consideran que sea lo correcto.
Adrik miró interesado al centauro. Eso era una buena señal, aunque claro, el centauro ya lo sabía.
- - ¿Por qué no es lo correcto según los astros, Cefeo? – Preguntó el rubio –
- - Una de las hechiceras tiene un poder sobre usted – Respondió directamente el centauro –
- - ¿Qué poder podrían tener sobre mí, Cefeo? –
- Aún no es preciso, pero los astros han sido claros en que no es correcto que usted vaya, señor – Dijo Cefeo mirando a Adrik – No se arriesgue, podría perder todo lo que ha logrado. Y si es de extrema importancia que usted se acerque a una de ella, acérquese a la que siempre carga una espada. A ella podrá matarla con relativa facilidad.-
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Ya llevaban casi dos semanas con los elfos, quienes trataban de hacer más cómoda su estadía, aunque no les resultaba mucho, sobre todo porque las hechiceras aún no se acostumbraban del todo. Ariadna ya se había adecuado un poco a ese mundo, a los elfos, a practicar, a tener que viajar a pie, a muchas cosas en realidad excepto a su compañera; la encontraba tonta, inútil, absurda e insoportable. Isis, en cambio, se había acostumbrado a la otra niña, no la entendía, pero la soportaba. Detestaba el lugar, no le gustaba caminar, ni dormir en hamacas. Los elfos le eran indiferentes, pero odiaba que la obligaran a entrenar.
Todos los días era lo mismo. Bueno, no lo mismo. Similar. Isis se despertaba temprano, salía de la tienda, se comía la mitad del desayuno que le daba Fadinhe, ella reclamaba que la hechicera no comía; la niña se devolvía a la tienda y con todo el ruido que hacía, despertaba a Ariadna, quien le gritaba, se levantaba, salía, tomaba desayuno (ignorando los continuos reclamos de la elfa), entrenaba con Fadil, seguía entrenando hasta el almuerzo. Evitaba a Yélahiah, quien insistía en estar a su lado cada minuto. Entraba a la tienda para descansar y se encontraba con su compañera. La otra hechicera trataba de conversarle, ella la ignoraba. Isis salía de la tienda, se encontraba con Daltar o Fadil, quienes insistían en que usara el arco. Lo hacía para que la dejaran tranquila. Practicaba una hora y se iba a caminar por el bosque. Volvía al almuerzo. Se encontraba con la otra hechicera, ambas comían ignorándose. Luego partían para llegar pronto donde las taumaturgas, caminaban hasta que se oscurecía. Volvían a armar el campamento. Y así, día tras día.
Mahasiah y Yélahiah esperaban ansiosos que las niñas comenzaran a relacionarse. Pero no, eso no ocurría. Comenzaban a desesperarse, ya llevaban más de dos semanas y ellas aún se ignoraban ¿qué ocurría? ¿Así fue la última vez? Por lo menos sus abuelas se peleaban, pero ellas simplemente no se hablaban.
- - ¿Qué haremos? – Preguntó Mahasiah mientras veía a Ariadna practicar. Yélahiah lo miró y se encogió de hombros – No podemos forzarlas –
- - Sí podemos, no debemos hacerlo que es diferente – Comentó el otro – Es cosa de tiempo, Mahasiah, relájate y disfruta –
- - ¿Disfrutar qué? –
- - El paisaje, la vida ¡Qué sé yo! No seas tan amargado, relax – Dijo Yélahiah mientras se estiraba, observando tranquilamente el lugar. Mahasiah lo miró sin comprender - ¿Qué?
- - ¿Relax? Me asusta que a veces hables como Isis –
- - Sí, se pega un poco –
Isis salió de la tienda y llamó a Fadil, quien por mirarla recibió un duro golpe en sus costillas.
- - ¿Majestad? – Dijo el elfo mientras se sobaba donde había recibido el golpe –
- - Estuve pensando… - Comenzó la hechicera, ignorando el bufido de Ariadna – que sería mejor si partiéramos ahora, en la mañana, porque para mí, no sé si para ella – dijo Isis apuntando a la otra niña – es una pérdida de tiempo estar acá, en la mañana sin hacer nada. Además, nos demoraremos mil años en llegar donde esas brujas o lo que sean. –
Fadil la miró como tratando de comprender por qué la niña quería llegar luego donde las taumaturgas. Asintió con la cabeza y le dijo que lo hablaría con los demás elfos. Isis sonrió, dio media vuelta y fue hasta donde su ogled.
- - ¿Por qué quieres llegar luego? – Preguntó Mahasiah a su protegida –
- - Mientras más rápido lleguemos, mejor para mí, así podré ir pronto a mi casa – Contestó con simpleza. Lo miró detenidamente y le sonrió - ¿No creías que me quería quedar, cierto? Eres tan ingenuo, Mahasiah.
El ogled negó con la cabeza mientras veía como se alejaba la niña. Yélahiah la miró divertido.
- - Majestad ¿podríamos dejar el entrenamiento hasta aquí? Debo hablar con los demás – Dijo Fadil bajando su espada. Ariadna se detuvo –
- - Bueno. Aunque no quiera, le encuentro razón – Comentó la hechicera - ¿Falta mucho para llegar? –
- - Si continuamos como lo hemos hecho hasta ahora, faltarían tres semanas, pero si lo hacemos como dijo mi majestad, podríamos llegar en dos semanas más – Ariadna asintió con la cabeza pensativamente.
- - Fadil ¿a quién le puedo pedir una espada de verdad? – Preguntó la hechicera, tomando por sorpresa al elfo –
- - A Daltar, majestad. Si me permite, quisiera saber por qué quiere una espada de verdad – Fadil se acercó a la niña –
- - Porque si es que llega a pasar algo, es más útil tener una espada de verdad y no una de madera- Contestó Ariadna, luego se alejó en busca de Daltar.
El elfo vio como la hechicera se iba. Sabía que tenía que ir a hablar con los demás elfos, pero, por unos segundos, se le olvidó. Se quedó enganchado mirando a la niña avanzar. Le gustaba cómo se le movía el pelo con el viento al caminar y también cuando no caminaba. Pasó bastante tiempo pensando en la hechicera hasta que se dio cuenta de que eso no estaba bien, definitivamente no estaba bien.
La muchacha meditaba cerca del riachuelo que atravesaba los terrenos cercanos a su hogar, el lugar estaba rodeado de árboles que le daban al lugar una especial aura de paz. Su cabello negro se mecía con la leve brisa que corría por el claro, causando que las ondas de este se asemejaran a las del riachuelo durante las noches de luna, se apartó unos mechones de cabello del redondo rostro y abrió los grandes ojos color miel. Alguien se acercaba, y este alguien se encontraba realmente nervioso, al punto del temor, pero todo eso quedaba opacado por la seguridad con la que lo sentía avanzar, la seguridad de alguien a quien no le importa lo que deba perder con tal de completar una tarea.
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Lucis pudo ver la silueta de un centauro acercarse cautelosa a través de los árboles, con recelo se levantó y miró hacia atrás, esperando que una de sus hermanas apareciera. Ízar avanzó hacia su hermana con paso rápido pero sin perder el garbo que la caracterizaba, cuando llegó donde ella, ambas se voltearon hacia la presencia que se acercaba por el line del bosque sin dejarse ver aún.
El centauro se acercó. Su rostro era más fino que lo normal para su especie y su cabello caía en finas ondas enmarcando su cara. Lucis pudo darse cuenta de que se hallaban ante una centáuride. Ízar dio un paso adelante y la miró fijamente. Luego de unos minutos, Lucis entendió que las tres volverían a su hogar.
Llegando a su casa se encontraron con la tercera hermana, Circe, una pelirroja de ojos color miel, al igual que sus hermanas, que se acercó a ellas, mirando fijamente a la centáuride.
- Me llamo Casiopea – Comenzó la centáuride – y soy una desertora.
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- - Isis, me estás apretando mucho, no puedo respirar – Se quejó Mahasiah, tratando de soltarse de la niña que iba abrazada a él –
- - Es que tengo miedo, esa bestia me mira como si quisiera hacerme algo, Mahasiah, y tengo mucho miedo. Quizás se va a comer al pobre caballo – Dijo la niña, mirando ceñuda al lobo que corría a su lado – Mahasiah, quiero un auto –
- Es que no se les ocurrió traer más caballos, mira a Fadil – Respondió el ogled mientras se fijaba en el elfo que llevaba a su hermana sentada atrás de él –
Fadil guiaba a su caballo con la cabeza gacha, aburrido de los constantes gritos de su hermana. Sentía una gran tentación de tirarla del caballo e iniciar un galope para perderla de vista y seguir solo, pero lamentablemente recordaba que les había prometido a sus padres que la cuidaría. “¿Por qué no pude tener un hermano menor?” Pensaba cada vez que escuchaba un chillido de Fadinhe.
- - ¡No tan rápido! ¡No tan rápido! ¡TE DIJE QUE NO TAN RÁPIDO! – Gritó al elfa a su hermano –
- - Oye, se parece a tu mamá de copiloto – Le dijo Yélahiah a su protegida, quien solo rió –
- - ¡Más encima tengo que andar con las piernas abiertas! ¡Así no andan las damas! – Siguió gritando la elfa. Las hechiceras la miraron indignadas –
- - ¿Perdón? – Dijeron ambas, quienes también andaban en caballo con sus piernas abiertas. Fadinhe las miró avergonzada –
- - Sorry, pero nunca nos enseñaron a montar a la inglesa – La regañó Ariadna –
- - ¿Qué es a la inglesa? – Preguntó Fadil a la hechicera, ignorando la mala cara de Yélahiah –
- - ¡Es así, mira! – Dijo Isis, pasando su pierna por encima de la cabeza de Mahasiah –
- - ¡TE VAS A CAER! – Gritó el ogled, tratando de afirmarla –
- - No, no, mira ¡FADIL! – Llamó la niña al elfo, quien no le prestaba mucha atención – Es así, entonces me pongo de lado y así no llevo las piernas abiertas y… - Isis se resbaló del caballo y cayó de pie, miró orgullosa a Mahasiah y le sonrió - ¿Viste? No me caí. De todas formas, Fadil, así debería ser a la inglesa pero… como que necesito un poquito de practica –
- - No se puede hacer nada con esta cuestión – Se quejó Ariadna refiriéndose al vestido. Yélahiah la miró por unos segundos –
- - ¡Se me olvidó! Tu mamá me ayudó con unas cosas – Dijo el ogled y seguido de esto comenzó a sacar ropa de su bolso – Mira, te mandó estos pantalones, unas poleras… - El joven sacaba y sacaba ropa mientras la niña lo miraba entre sorprendida y admirada –
- - Por fin atinaste – Comentó Ariadna mientras miraba a Yélahiah sacar más cosas.
Del bolso salieron tres pantalones, ocho poleras –de las cuales Ariadna solo usaría tres- cuatro chalecos, dos delgados y dos gruesos, tres gorros, bufandas, dos pares de zapatillas, varios pares de calcetines, una pasta de diente, su cepillo de diente, un cepillo para el pelo, un shampoo, un bálsamo, sus lentes de sol, maquillaje, esmalte para uñas, quitaesmalte, bloqueador solar, una crema, un cintillo, una cajita con aros, un collar, un perfume, tres paquetes de galletas, una Coca-Cola tibia y agitada, una barrita de cereal, un paquete de tallarines, un alargador, su estuche de lápices y un cuaderno en blanco, su bata del baño, tres toallas y para finalizar un secador de pelo. Lo que quedaba en el bolso Yélahiah consideró que era mejor entregárselo en privado.
- - Eso es todo – Dijo con simpleza el ogled –
- - ¿Un secador? ¿Un alargador? ¿Para qué? – Preguntó Ariadna mirando los objetos –
- - El alargador era para el secador de pelo – Respondió Yélahiah encogiéndose de hombros –
- - ¿Y por casualidad no se le ocurrió mandarme mi mp3? –
- - No, pero te mandó esto – Dijo Yélahiah pasándole un par de pilas –
- - ¿Pilas? ¡¿Pilas?! ¿De qué me sirven si no tengo nada en qué usarlas? –
- - ¿En el secador de pelo? – Preguntó asustado el ogled.
Ariadna tomó un pantalón, una polera, un par de calcetines y un par de zapatillas y se fue al bosque a cambiarse de ropa.
- - ¡Majestad, no puede ir sola! – Dijo Fadil. La niña se devolvió, tomó del brazo Fadinhe y se fue al bosque.
- Isis miró pacientemente a Mahasiah.
- - Dime que me trajiste algo a mí, porque si no, créeme, no va a ser lindo - Dijo la niña a su protector, quien la miró sin entender –
- - Ah, sí , toma – Mahasiah le pasó un pequeño bolso a la niña – Ahí hay unas cosas –
- - ¿Era necesario que me mandara los lentes para leer? – Preguntó Isis – Me veo mal con estas cosas ¿por qué no le dijiste que no me los mandara? –
- - Creí que era sensato… - Dijo Mahasiah encogiéndose de hombros –
- - ¡¿SENSATO?! ¡No leeré nada acá! ¿O acaso esperabas que leyera los nombres de las calles que están escritos en los árboles? ¡NO HAY NOMBRES DE CALLES! ¡NO TENGO NADA QUE LEER! Ya, no importa… Esta ropa no combina – Isis tomó lo que ella creía se vería mejor y se fue a vestir, junto a Mahasiah –
- - ¡Mira Mahasiah, puedo colgarme y no se me ve nada! – Gritó mientras saltaba del árbol – También puedo abrirme de piernas ¡Mira, Fadil! – El elfo justo miró a la niña cuando ella estaba en el suelo haciendo un Split. Fadinhe la miró sorprendida y le tapó los ojos a su hermano –
- - ¡Pervertido! ¡No mires a la hechicera! ¡Te acusaré a mi madre! – Dijo la elfa mientras se lo llevaba de ahí –
- - Isis, no creo que sea bueno que muestres tú… elasticidad. Para ellos que uses esta ropa es como si no llevaras ropa – Aconsejó Mahasiah levantando a la niña del suelo –
- - Pero… ¿Cómo sería si llevara un bikini? –
- - Te arrestarían por exhibicionista… -
- - Fadinhe - llamó Daltar acercándose a la elfa- ¿necesitas ayuda? – preguntó galantemente - cualquier cosa puedes llamarme ¿sabes? – la muchacha lo miro coquetamente, pero antes que pudiera responder Fadil la interrumpió con una tos forzada y metiéndose entre ambos.
- - Es mi hermana… ¿sabes? – le dijo molesto a Daltar. El lobo acompañante de Fadil miró al otro elfo reprobatoriamente – anda a cuidar los caballos.
- - Sí señor. – dijo y acató la orden.
- - No te quiero ver jugando con ninguno de estos elfos – regañó sobreprotectoramente a su hermana. – tu no vienes acá para buscar marido, para eso te quedas en la aldea ¿entendiste? – Fadil se dio media vuelta para irse y dejar a su hermana sola, cuando lo que escuchó lo hizo devolverse.
- - ¿Y con qué cara me vienes a decir tú, Oh GRAN GUERRERO, que no puedo jugar si tú, EL MEJOR DE LA ESPECIE, no le quitas los ojos de encima a la hechicera? ¡Ah! ¿Creías que no me había dado cuenta? ¡No soy tonta, hermanito! Yo sé que a ti te gusta la hechicera – Fadinhe lo apuntó con su cuchara de palo – Así que no me vengas con esos cuentos – Fadil la miró lívido –
- - Cállate – le susurró – No es algo de lo que esté orgulloso… ¿Es muy obvio? – preguntó asustado.
- - No, pero yo, Yélahiah y majestad Isis parece que lo hemos notado – Respondió la elfa – Fadil ¿te gusta en verdad? – Fadil bajó la mirada y asintió con la cabeza - ¿De verdad? –
- - Sí –
- - Eso no es bueno. Tú sabes que no podemos involucrarnos de esa forma con las hechiceras, está condenado – Le advirtió seria Fadinhe - ¿Qué haremos al respecto? –
- - Nada. No hay nada que hacer, no voy a hacer nada tampoco ¿qué puedo hacer? Nada – El elfo le dio la espalda y su hermana lo miró, compadeciéndolo –
- Si necesitas hablar, estoy aquí, soy tu hermana. Sabes que te soportaré todo – Ambos se quedaron mirando por unos segundos, entendiéndose. Fadinhe sonrió y levantó su cuchara de palo – Ya, no te pongas serio, ándate, tengo que cocinar –