martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo IV: Todo se mueve...

 -        ¡Isiiis! ¡Ariadnaaa! – Llamó Yélahiah alegremente - ¡Hora de dormir! Tienen que compartir la carpa ¿Tú podrías comer más rápido? No es como si el que estés en otro mundo te diera permiso inmediato para acostarte tarde – le reprochó a Ariadna. – Ya, ya, anda a acostarte.
-        Majestades, - interrumpió Fadil las frases sin sentido de Yélahiah - Gorio y Daltar harán guardia dentro su carpa…-
-        ¡No, para un poco! – Interrumpió Isis – Me estás diciendo que, además de Mahasiah, tengo que compartir mi carpa con ella y ustedes. No, yo me rehúso, me costó mucho tener mi pieza propia en mi casa y no pienso compartir una habitación con nadie más hasta que me case, si es que me llego a casar… - la chica miró pensativamente el cielo y luego volvió a habla - Aparte, el olor a humanidad sería atroz.
-        Los elfos y nosotros no olemos como los humanos – le reprochó disimuladamente Mahasiah.
-        ¿Ah no? Y entonces ¿a qué huelen? -
-        A jugo de piña y café – Ironizó Ariadna entrando a la carpa –
-        ¿Eso fue una ironía? Detesto esas cosas porque nunca sé diferenciarlas. Mejor decir todo de un principio, para que quede claro, ¿Cierto, Mahasiah? – El joven pasó de largo y entró a la carpa - ¡Mahasiah! – Isis rezongó y lo siguió, olvidando por completo que tenía que compartir carpa con muchas personas. Dos segundos después Isis salió gritando desesperada, arrastrando a Mahasiah del brazo. –

Daltar vio como la hechicera corría hacía el otro extremo del campamento arrastrando a su ogled y se escondía tras un árbol. El elfo se acercó a la tienda principal para ver qué había ocurrido. Entro a la tienda tras Yélahiah.

Gorio se acercó a Mahasiah y le preguntó qué ocurría con la niña, a lo que él respondió.

-        Un lobo en la hamaca… - ambos intentaron calmar a Isis y llevarla de vuelta a la carpa, diciéndole que no se podía quedar sola de noche e intentar explicarle que no tenía nada que temer, que los lobos no le harían nada, pero que volviera a la tienda y que allí le explicarían todo.
-        Siempre dicen que van a explicar todo y nunca explican nada. Y a mí no me dijeron nada de lobos, nunca me hablaron de animales salvajes, esto no estaba en mi contrato, ¡ni siquiera tengo un contrato! ¡Mahasiah! Nunca me hablaste de animales salvajes, yo te aguanto hasta ciervos no más ¡ni siquiera me gustan los perros y ahora me dices que hay lobos! ¡esto es inaudito!
-        - Pero majestad… - comenzó Gorio – ellos están aquí por su seguridad, además son parte del clan, ellos… están de nuestro lado. Vamos a la tienda y ahí se dará cuenta de que no son malos, y le explicaremos, de verdad que esta ves si le explicamos, porque los lobos están aquí.- comenzó a guiarla junto al ogled hacía la tienda.

Ariadna curiosa entro a la tienda a ver qué era lo que había espantado a la otra muchacha. Ahí, sentado cómodamente en la hamaca de Isis, era un animal grande, más de lo común, con un grueso pelaje café rojizo, de un tono parecido al del cabello de Fadil. Los azules ojos del lobo la miraban con inteligencia y curiosidad, como preguntándose “¿y ella por qué no se asusta como la otra?”.
  • -        -   ¿Cómo es que se subió a la hamaca? – preguntó a Daltar quien solo se encogió de hombros.
  • -        Alfa – comenzó despacio Daltar – ¿podrías bajarte de la hamaca de la hechicera? – el lobo giró la cabeza hacia un lado y lo miró como diciendo “¿por qué? Si ella no está aquí…” – Sé que no está aquí pero… tu presencia no le causó una buena impresión
  • -        Aquí estás – Dijo Fadil entrando a la tienda. Miró al lobo, quien le respondió con otra mirada y comprendió por qué la hechicera se había ido corriendo. Dio media vuelta para buscar a Isis pero se la encontró en la puerta, siendo prácticamente empujada por Gorio y Mahasiah - ¿Majestad?
  • -       Ese perro ¿de quién es? – Preguntó la muchacha apuntando al animal, que levantó las orejas, sorprendido –
  • -        Es como mío – Contestó el elfo – Y no es un perro, es un lobo –
  • -        Es lo mismo, sácalo, quiero dormir – Respondió Isis – Gato, vete – le dijo al animal. El lobo la miró, bostezo, se estiró y siguió en la hamaca. La muchacha se cruzó de brazos y se le acercó, manteniendo cierta distancia – Ya te dije, bájate – El lobo siguió en el mismo lugar - ¡Bájate! – Gritó la niña, dando pequeños saltitos. El lobo la seguía mirando, parecía más divertido que molesto – Fadil, controla a tu animal y dile que se baje –
-        Alfa, bájate – Dijo Fadil, a lo que el lobo
-        lo miró y de un salto se bajó, miró burlescamente a Isis y se puso al lado del elfo – Listo – Isis miró feo al animal y trató de acomodarse en la hamaca.
-        ¿Es tan común que haya lobos dando vueltas en el campamento? – Preguntó Ariadna –
-        Sí – Se adelantó a responder Fadil -  Porque muchos de los que estamos aquí somos  del clan de los lobos –
-        ¿Y por qué no estaban antes? – Preguntó nuevamente la muchacha –
-        ¡Sí! ¿Por qué tenían que aparecer de noche y no de mediodía? Claro, tenían que aparecer de noche, cuando dan más miedo. A la hora del desayuno habría sido piola, pero no, los chistosos aparecen en la noche ¡Más encima el muy barza se sube a MI hamaca! – Agregó Isis sin dejar de mirar al animal. Yélahiah al escucharla comenzó a reír. Los elfos la miraron tratando de entender qué significaba “piola” o “barza” –
-        Es que pensamos que se iban a asustar… - Dijo Daltar. Ariadna miró a Isis burlonamente –
-        Muy tarde – Comentó la muchacha –
-        Entonces, Gorio y Daltar se quedan haciendo guardia dentro de la tienda, Alfa también… - Comenzó Fadil pero, para variar, fue interrumpido –
-        ¿Y por qué ellos se tienen que quedar acá? ¿Y por qué el gato también? – Preguntó Isis –
-        ¡Sí! ¿Por qué el gato también?... ¿Qué gato? – Agregó Fadinhe mirando para todos lados. Se fijó en el lobo, que no entendía porque le decían gato – Ah, ya encontraste a Alfa –
-        No es un gato – Insistió el elfo. El lobo se le acercó a Ariadna – No se preocupe, no le hará nada –
-        Si sé, si ya no me hizo nada – Contestó la niña mientras el animal la olía. Ariadna le rascó la cabeza – Personalmente no me gustan los animales, pero está simpático tu lobo – Todos los que no eran humanos que estaban en la tienda miraron sorprendidos al animal, el que se dejaba tocar tranquilamente. Luego el lobo se acercó a Isis, quien se corrió a medida que el animal se acercaba –
-        No me muerdas – Amenazó al animal mientras éste la olía. Isis lo miró con precaución y acercó su rostro hasta quedar a la misma altura que el lobo. Se miraron por unos segundos y luego se alejó – Ya nos entendemos, muy bien – El lobo movió la cola y volvió al lado de Fadil.
-        Alfa dice que usted es rara – Dijo el elfo –
-        ¡Oh! ¡Hablas con los animales! ¿Eres una especie de Tarzán? – Preguntó Isis –
-        ¿Quién? – Fadil la miró confundido –
-        Tarzán, el hombre mono… - Mahasiah se sentó al lado de Isis y le tapó la boca –
Ariadna los miraba negando con la cabeza, pensando que esa niña era más tonta de lo que ella creía. Miró a los elfos y les dijo.
  • -        En realidad, yo tampoco estoy de acuerdo con que se queden dentro de la tienda –
  • -        Es por su seguridad – Respondió Daltar –
  • -        ¿Pero no basta con Yélahiah y Mahasiah? –
  • -        En el caso de que nos ataquen y que todos los demás elfos estén inhabilitados para ayudarles, ustedes estarán con nosotros – Agregó Gorio – Corren menos peligro si nosotros estamos acá –
  • -        Disculpa, pero yo creo poder defenderme si alguien me ataca, y no sería más sensato que se ubicase por fuera de la puerta donde pueden ver lo que pasa afuera que adentro donde quedan incomunicados.
  • -        ¡Sí! – corroboró Fadinhe – además ¿Dónde queda la privacidad? Son mujeres, necesitan su propio espacio para hacer cosas de mujeres, estúpido – dijo dirigiéndose a su hermano – Y son las hechiceras, tienes que hacer lo que ellas quieran.
  • -        La verdad – comenzó Mahasiah, quien aún mantenía la boca de Isis tapada – es que a mí tampoco me gusta mucho la idea de que alguien más esté aquí adentro mientras Isis se cambia de ropa…
-        ¡Decidido! Entonces en esta tienda se quedan las hechiceras, sus ogleda y el gato -  celebró la elfa. Fadil la miro esperando de un momento a otro que el lobo la atacara, al animal miró al elfo como diciendo “no me meto en pleitos familiares”.
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El centauro caminaba por los pasillos, llevaba información importante. Conocían las intenciones de él, pero lo que le diría cambiaria sus planes inmediatos.
Todo se hallaba en silencio, solo el sonido de sus cascos contra el piso de piedra y unos gritos lejanos rompían el pesado silencio. Bajó el largo tramo de escaleras que llevaban hacia el último piso, recorrió pasillos mientras los gritos aumentaban de volumen a cada paso, se sentían cada vez más agónicos y desesperados. Sintió lastima por el pobre diablo que tenían apresado allá abajo pero  él no le correspondía hacer nada por salvarlo. Se detuvo ante la puerta donde los alaridos se sentían más fuertes y esperó, sabía que estaban al tanto de su presencia pero no lo atenderían hasta haber terminado primero con su huésped.

Los minutos pasaron mientras los gritos se volvían lamentos y luego desaparecían por completo. Momentos después la puerta se abrió y salió por ella la persona a quien esperaba. El hombre, un joven, los miró con sus fríos ojos negros, el centauro hizo una reverencia y el joven esperó para que se levantara para comenzar a caminar. Esperó que el joven avanzara para caminar a unos pasos de él. El joven era alto, tan alto que llegaba un poco más abajo que su hombro, tenía la espalda ancha gracias a los entrenamientos autoimpuestos, llevaba una trenza rubia que caía sobre la oscura capa hasta la mitad de la espalda. Era un espécimen impresionante para ser un simple humano, a los 21 años ya tenía su propio ejército, tenía aterrorizado a gran parte del territorio. Sí, había hecho más que las generaciones anteriores.
Caminaron en silencio. Muchos temían el pesado silencio que se sentía que se estaba cerca de Adrik, pero no los de su raza. Llegaron hasta una de las habitaciones del castillo, la cuál era usada como estudio. El centauro entró y esperó a que Adrik se acomodara, luego comenzó a hablar.
  • -        Señor, hemos estado observando las estrellas y estamos al tanto de sus intenciones, de querer ir a ver por sí mismo a las hechiceras - Explicó. – pero los astros no consideran que sea lo correcto.

Adrik miró interesado al centauro. Eso era una buena señal, aunque claro, el centauro ya lo sabía.
  • -        ¿Por qué no es lo correcto según los astros, Cefeo? – Preguntó el rubio –
  • -        Una de las hechiceras tiene un poder sobre usted – Respondió directamente el centauro –
  • -        ¿Qué poder podrían tener sobre mí, Cefeo? –

-        Aún no es preciso, pero los astros han sido claros en que no es correcto que usted vaya, señor – Dijo Cefeo mirando a Adrik – No se arriesgue, podría perder todo lo que ha logrado. Y si es de extrema importancia que usted se acerque a una de ella, acérquese a la que siempre carga una espada. A ella podrá matarla con relativa facilidad.-
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Ya llevaban casi dos semanas con los elfos, quienes trataban de hacer más cómoda su estadía, aunque no les resultaba mucho, sobre todo porque las hechiceras aún no se acostumbraban del todo.  Ariadna ya se había adecuado un poco a ese mundo, a los elfos, a practicar, a tener que viajar a pie,  a muchas cosas en realidad excepto a su compañera; la encontraba tonta, inútil, absurda e insoportable. Isis, en cambio, se había acostumbrado a la otra niña, no la entendía, pero la soportaba. Detestaba el lugar, no le gustaba caminar, ni dormir en hamacas. Los elfos le eran indiferentes, pero odiaba que la obligaran a entrenar.
Todos los días era lo mismo. Bueno, no lo mismo. Similar. Isis se despertaba temprano, salía de la tienda, se comía la mitad del desayuno que le daba Fadinhe, ella reclamaba que la hechicera no comía; la niña se devolvía a la tienda y con todo el ruido que hacía, despertaba a Ariadna, quien le gritaba, se levantaba, salía, tomaba desayuno (ignorando los continuos reclamos de la elfa), entrenaba con Fadil, seguía entrenando hasta el almuerzo. Evitaba a Yélahiah, quien insistía en estar a su lado cada minuto. Entraba a la tienda para descansar y se encontraba con su compañera. La otra hechicera trataba de conversarle, ella la ignoraba. Isis salía de la tienda, se encontraba con Daltar o Fadil, quienes insistían en que usara el arco. Lo hacía para que la dejaran tranquila. Practicaba una hora y se iba a caminar por el bosque. Volvía al almuerzo. Se encontraba con la otra hechicera, ambas comían ignorándose. Luego partían para llegar pronto donde las taumaturgas, caminaban hasta que se oscurecía. Volvían a armar el campamento. Y así, día tras día.
Mahasiah y Yélahiah esperaban ansiosos que las niñas comenzaran a relacionarse. Pero no, eso no ocurría. Comenzaban a desesperarse, ya llevaban más de dos semanas y ellas aún se ignoraban ¿qué ocurría? ¿Así fue la última vez? Por lo menos sus abuelas se peleaban, pero ellas simplemente no se hablaban.
  • -        ¿Qué haremos? – Preguntó Mahasiah mientras veía a Ariadna practicar. Yélahiah lo miró y se encogió de hombros – No podemos forzarlas –
  • -        Sí podemos, no debemos hacerlo que es diferente – Comentó el otro – Es cosa de tiempo, Mahasiah, relájate y disfruta –
  • -        ¿Disfrutar qué? –
  • -        El paisaje, la vida ¡Qué sé yo! No seas tan amargado, relax – Dijo Yélahiah mientras se estiraba, observando tranquilamente el lugar. Mahasiah lo miró sin comprender - ¿Qué?
  • -        ¿Relax? Me asusta que a veces hables como Isis –
  • -        Sí, se pega un poco –

Isis salió de la tienda y llamó a Fadil, quien por mirarla recibió un duro golpe en sus costillas.
  • -        ¿Majestad? – Dijo el elfo mientras se sobaba donde había recibido el golpe –
  • -        Estuve pensando… - Comenzó la hechicera, ignorando el bufido de Ariadna – que sería mejor si partiéramos ahora, en la mañana, porque para mí, no sé si para ella – dijo Isis apuntando a la otra niña – es una pérdida de tiempo estar acá, en la mañana sin hacer nada. Además, nos demoraremos mil años en llegar donde esas brujas o lo que sean. –

Fadil la miró como tratando de comprender por qué la niña quería llegar luego donde las taumaturgas. Asintió con la cabeza y le dijo que lo hablaría con los demás elfos. Isis sonrió, dio media vuelta y fue hasta donde su ogled.
  • -        ¿Por qué quieres llegar luego? – Preguntó Mahasiah a su protegida –
  • -        Mientras más rápido lleguemos, mejor para mí, así podré ir pronto a mi casa – Contestó con simpleza. Lo miró detenidamente y le sonrió - ¿No creías que me quería quedar, cierto? Eres tan ingenuo, Mahasiah.

El ogled negó con la cabeza mientras veía como se alejaba la niña.  Yélahiah la miró divertido.
  • -        Majestad ¿podríamos dejar el entrenamiento hasta aquí? Debo hablar con los demás – Dijo Fadil bajando su espada. Ariadna se detuvo –
  • -        Bueno. Aunque no quiera, le encuentro razón – Comentó la hechicera - ¿Falta mucho para llegar? –
  • -        Si continuamos como lo hemos hecho hasta ahora, faltarían tres semanas, pero si lo hacemos como dijo mi majestad, podríamos llegar en dos semanas más – Ariadna asintió con la cabeza pensativamente.
  • -        Fadil ¿a quién le puedo pedir una espada de verdad? – Preguntó la hechicera, tomando por sorpresa al elfo –
  • -        A Daltar, majestad. Si me permite, quisiera saber por qué quiere una espada de verdad – Fadil se acercó a la niña –
  • -        Porque si es que llega a pasar algo, es más útil tener una espada de verdad y no una de madera- Contestó Ariadna, luego se alejó en busca de Daltar.

El elfo vio como la hechicera se iba. Sabía que tenía que ir a hablar con los demás elfos, pero, por unos segundos, se le olvidó. Se quedó enganchado mirando a la niña avanzar. Le gustaba cómo se le movía el pelo con el viento al caminar y también cuando no caminaba. Pasó bastante tiempo pensando en la hechicera hasta que se dio cuenta de que eso no estaba bien, definitivamente no estaba bien.

La muchacha meditaba cerca del riachuelo que atravesaba los terrenos cercanos a su hogar, el lugar estaba rodeado de árboles que le daban al lugar una especial aura de paz. Su cabello negro se mecía con la leve brisa que corría por el claro, causando que las ondas de este se asemejaran a las del riachuelo durante las noches de luna, se apartó unos mechones de cabello del redondo rostro y abrió los grandes ojos color miel. Alguien se acercaba, y este alguien se encontraba realmente nervioso, al punto del temor, pero todo eso quedaba opacado por la seguridad con la que lo sentía avanzar, la seguridad de alguien a quien no le importa lo que deba perder con tal de completar una tarea.
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Lucis pudo ver la silueta de un centauro acercarse cautelosa a través de los árboles, con recelo se levantó y miró hacia atrás, esperando que una de sus hermanas apareciera. Ízar avanzó hacia su hermana con paso rápido pero sin perder el garbo que la caracterizaba, cuando llegó donde ella, ambas se voltearon hacia la presencia que se acercaba por el line del bosque sin dejarse ver aún.

El centauro se acercó. Su rostro era más fino que lo normal para su especie y su cabello caía en finas ondas enmarcando su cara. Lucis pudo darse cuenta de que se hallaban ante una centáuride. Ízar dio un paso adelante y la miró fijamente. Luego de unos minutos, Lucis entendió que las tres volverían a su hogar.

Llegando a su casa se encontraron con la tercera hermana, Circe, una pelirroja de ojos color miel, al igual que sus hermanas, que se acercó a ellas, mirando fijamente a la centáuride.

-        Me llamo Casiopea – Comenzó la centáuride – y soy una desertora.
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  • -        Isis, me estás apretando mucho, no puedo respirar – Se quejó Mahasiah, tratando de soltarse de la niña que iba abrazada a él –
  •  -        Es que tengo miedo, esa bestia me mira como si quisiera hacerme algo, Mahasiah, y tengo mucho miedo. Quizás se va a comer al pobre caballo – Dijo la niña, mirando ceñuda al lobo que corría a su lado – Mahasiah, quiero un auto –

 -        No entiendo por qué no nos dieron un caballo a cada una – Comentó Ariadna, quien guiaba al caballo mientras Yélahiah iba sentado detrás de ella, aprovechando de abrazarla, ya mucho menos pegajoso que al principio – 
-   Es que no se les ocurrió traer más caballos, mira a Fadil – Respondió el ogled mientras se fijaba en el elfo que llevaba a su hermana sentada atrás de él –

Fadil guiaba a su caballo con la cabeza gacha, aburrido de los constantes gritos de su hermana. Sentía una gran tentación de tirarla del caballo e iniciar un galope para perderla de vista y seguir solo, pero lamentablemente recordaba que les había prometido a sus padres que la cuidaría. “¿Por qué no pude tener un hermano menor?” Pensaba cada vez que escuchaba un chillido de Fadinhe.

  • -        ¡No tan rápido! ¡No tan rápido! ¡TE DIJE QUE NO TAN RÁPIDO! – Gritó al elfa a su hermano –
  • -        Oye, se parece a tu mamá de copiloto – Le dijo Yélahiah a su protegida, quien solo rió –
  • -        ¡Más encima tengo que andar con las piernas abiertas! ¡Así no andan las damas! – Siguió gritando la elfa. Las hechiceras la miraron indignadas –
  • -        ¿Perdón? – Dijeron ambas, quienes también andaban en caballo con sus piernas abiertas. Fadinhe las miró avergonzada –
  • -        Sorry, pero nunca nos enseñaron a montar a la inglesa – La regañó Ariadna –
  • -        ¿Qué es a la inglesa? – Preguntó Fadil a la hechicera, ignorando la mala cara de Yélahiah –
  • -        ¡Es así, mira! – Dijo Isis, pasando su pierna por encima de la cabeza de Mahasiah –
  • -        ¡TE VAS A CAER! – Gritó el ogled, tratando de afirmarla –
  • -        No, no, mira ¡FADIL! – Llamó la niña al elfo, quien no le prestaba mucha atención – Es así, entonces me pongo de lado y así no llevo las piernas abiertas y… - Isis se resbaló del caballo y cayó de pie, miró orgullosa a Mahasiah y le sonrió - ¿Viste? No me caí. De todas formas, Fadil, así debería ser a la inglesa pero… como que necesito un poquito de practica –
El elfo le sonrió y ordenó a todos que dejaran a los caballos pastar para que descansaran un rato. Luego, le dijo a su hermana que fuera a hacer el almuerzo, para que lo dejara tranquilo aunque fuera por unos minutos.
  • -        No se puede hacer nada con esta cuestión – Se quejó Ariadna refiriéndose al vestido. Yélahiah la miró por unos segundos –
  • -        ¡Se me olvidó! Tu mamá me ayudó con unas cosas – Dijo el ogled y seguido de esto comenzó a sacar ropa de su bolso – Mira, te mandó estos pantalones, unas poleras… - El joven sacaba y sacaba ropa mientras la niña lo miraba entre sorprendida y admirada –
  • -        Por fin atinaste – Comentó Ariadna mientras miraba a Yélahiah sacar más cosas.

Del bolso salieron tres pantalones, ocho poleras –de las cuales Ariadna solo usaría tres- cuatro chalecos, dos delgados y dos gruesos, tres gorros, bufandas, dos pares de zapatillas, varios pares de calcetines, una pasta de diente, su cepillo de diente, un cepillo para el pelo, un shampoo, un bálsamo, sus lentes de sol, maquillaje, esmalte para uñas, quitaesmalte, bloqueador solar, una crema, un cintillo, una cajita con aros, un collar, un perfume, tres paquetes de galletas, una Coca-Cola tibia y agitada, una barrita de cereal, un paquete de tallarines, un alargador, su estuche de lápices y un cuaderno en blanco, su bata del baño, tres toallas y para finalizar un secador de pelo. Lo que quedaba en el bolso Yélahiah consideró que era mejor entregárselo en privado.
  • -        Eso es todo – Dijo con simpleza el ogled –
  • -        ¿Un secador? ¿Un alargador? ¿Para qué? – Preguntó Ariadna mirando los objetos –
  • -        El alargador era para el secador de pelo – Respondió Yélahiah encogiéndose de hombros –
  • -        ¿Y por casualidad no se le ocurrió mandarme mi mp3? –
  • -        No, pero te mandó esto – Dijo Yélahiah pasándole un par de pilas –
  • -        ¿Pilas? ¡¿Pilas?! ¿De qué me sirven si no tengo nada en qué usarlas? –
  • -        ¿En el secador de pelo? – Preguntó asustado el ogled.

Ariadna tomó un pantalón, una polera, un par de calcetines y un par de zapatillas y se fue al bosque a cambiarse de ropa.
  • -        ¡Majestad, no puede ir sola! – Dijo Fadil. La niña se devolvió, tomó del brazo Fadinhe y se fue al bosque.
  • Isis miró pacientemente a Mahasiah.
  • -        Dime que me trajiste algo a mí, porque si no, créeme, no va a ser lindo -  Dijo la niña a su protector, quien la miró sin entender –
  • -        Ah, sí , toma – Mahasiah le pasó un pequeño bolso a la niña – Ahí hay unas cosas –
La niña abrió el bolso, emocionada, esperando encontrar su laptop, un módem de internet, su mp3 y su celular, pero no fue así. Encontró un par de pantalones, dos poleras, un polerón, un chaleco delgado,  cinco pares de calcetines, ropa interior, una toalla, un par de zapatillas –las que nunca usaba- y cosas de aseo personal. Isis miró el bolso, a Mahasiah y de nuevo el bolso. Sacó sus lentes de sol, se los puso y le mostró una pequeña cajita.
  • -        ¿Era necesario que me mandara los lentes para leer? – Preguntó Isis – Me veo mal con estas cosas ¿por qué no le dijiste que no me los mandara? –
  • -        Creí que era sensato… - Dijo Mahasiah encogiéndose de hombros –
  • -        ¡¿SENSATO?! ¡No leeré nada acá! ¿O acaso esperabas que leyera los nombres de las calles que están escritos en los árboles? ¡NO HAY NOMBRES DE CALLES! ¡NO TENGO NADA QUE LEER! Ya, no importa… Esta ropa no combina – Isis tomó lo que ella creía se vería mejor y se fue a vestir, junto a Mahasiah –
Al rato volvieron las dos hechiceras junto a Fadinhe y Mahasiah. La elfa miraba un poco avergonzada a Ariadna, incomoda porque la ropa que llevaba la muchacha revelaba mucho, según Fadinhe, su figura. Isis pasó corriendo por al lado de ellas y se colgó de la rama de un árbol.
  • -        ¡Mira Mahasiah, puedo colgarme y no se me ve nada! – Gritó mientras saltaba del árbol – También puedo abrirme de piernas ¡Mira, Fadil! – El elfo justo miró a la niña cuando ella estaba en el suelo haciendo un Split. Fadinhe la miró sorprendida y le tapó los ojos a su hermano –
  • -        ¡Pervertido! ¡No mires a la hechicera! ¡Te acusaré a mi madre! – Dijo la elfa mientras se lo llevaba de ahí –
  • -        Isis, no creo que sea bueno que muestres tú… elasticidad. Para ellos que uses esta ropa es como si no llevaras ropa – Aconsejó Mahasiah levantando a la niña del suelo –
  • -        Pero… ¿Cómo sería si llevara un bikini? –
  • -        Te arrestarían por exhibicionista… -
  • -        Fadinhe  - llamó Daltar acercándose a la elfa- ¿necesitas ayuda? – preguntó galantemente -  cualquier cosa puedes llamarme ¿sabes? – la muchacha lo miro coquetamente, pero antes que pudiera responder Fadil la interrumpió con una tos forzada y metiéndose entre ambos.
  • -        Es mi hermana… ¿sabes? – le dijo molesto a Daltar. El lobo acompañante de Fadil miró al otro elfo reprobatoriamente – anda a cuidar los caballos.
  • -        Sí señor. – dijo y acató la orden.
  • -        No te quiero ver jugando con ninguno de estos elfos – regañó sobreprotectoramente a su hermana. – tu no vienes acá para buscar marido, para eso te quedas en la aldea ¿entendiste? – Fadil se dio media vuelta para irse y dejar a su hermana sola, cuando lo que escuchó lo hizo devolverse.
  • -        ¿Y con qué cara me vienes a decir tú, Oh GRAN GUERRERO, que no puedo jugar si tú, EL MEJOR DE LA ESPECIE, no le quitas los ojos de encima a la hechicera? ¡Ah! ¿Creías que no me había dado cuenta? ¡No soy tonta, hermanito! Yo sé que a ti te gusta la hechicera – Fadinhe lo apuntó con su cuchara de palo – Así que no me vengas con esos cuentos – Fadil la miró lívido –
  • -        Cállate – le susurró – No es algo de lo que esté orgulloso… ¿Es muy obvio? – preguntó asustado.
  • -        No, pero yo, Yélahiah y majestad Isis parece que lo hemos notado – Respondió la elfa – Fadil ¿te gusta en verdad? – Fadil bajó la mirada y asintió con la cabeza - ¿De verdad? –
  • -        Sí –
  • -        Eso no es bueno. Tú sabes que no podemos involucrarnos de esa forma con las hechiceras, está condenado – Le advirtió seria Fadinhe - ¿Qué haremos al respecto? –
  • -        Nada. No hay nada que hacer, no voy a hacer nada tampoco ¿qué puedo hacer? Nada – El elfo le dio la espalda y su hermana lo miró, compadeciéndolo –
-        Si necesitas hablar, estoy aquí, soy tu hermana. Sabes que te soportaré todo – Ambos se quedaron mirando por unos segundos, entendiéndose. Fadinhe sonrió y levantó su cuchara de palo – Ya, no te pongas serio, ándate, tengo que cocinar –


viernes, 19 de agosto de 2011

Capítulo III: Ziadeh

Isis salió de la tienda y caminó por el borde del bosque, comenzando a maravillarse con lo que veía. Todo el paisaje era hermoso, desde el pequeño hongo hasta los enormes árboles que la rodeaban. Comenzó a adentrarse en el bosque sin darse cuenta de que comenzaba a oscurecer, caminaba sumergida en sus pensamientos, entre preguntas sin respuestas. De repente sintió que alguien estaba cerca, se detuvo de golpe y buscó con la mirada. Comenzó a notar que estaba más lejos de lo que creía, trató de recordar el camino de regreso pero entendió que se había perdido.
-        Solo a mí se me ocurre la genial idea de ir a caminar por un bosque que no conozco ¡Yo y mi sentido de orientación! – Reclamó mientras se daba la vuelta para devolverse, o intentarlo. – a ver… ¿me vine derecho o me vine dando vueltas…? – Isis sintió que alguien la observaba, se detuvo a tratar de descubrir quién era - ¿Mahasiah, eres tú? ¿Fadil? ¿amigo de la niña que también estaba en la tienda? ¿niña de la tienda? ¿Hermana de Fadil? –la muchacha siguió caminando ya sin darle importancia a la sensación extraña - ¿no? ¿nadie? ¡Arg! me carga que la gente se esconda…

-        ¿Estás segura de que no quieres saber lo que ha pasado aquí desde que tu abuela se fue? – preguntó Yélahiah.
-        Lo que quiero es que dejes de abrazarme a cada rato, no soy un peluche, y el que en verdad quiere saber eres tú así que no importa si no quiero saber, de todas formas me voy a enterar… - Replicó Ariadna tratando de soltarse del joven.
-        Bien, os contare… pero ¿no sentís que hace falta alguien? Me atrevo a decir que no se encuentra presente su majestad Isis – Dijo Fadil recibiendo como respuesta un bufido de su hermana.
-        ¡Isis! – exclamó Mahasiah - ¿por qué no me dijiste que Isis no estaba? – le recriminó a su amigo.
-        ¡Porque yo estaba cuidando de MI protegida! – respondió Yélahiah.
-        ¡No me grites en el oído! ¡Y suéltame que te golpeo! – Ariadna se separó –por fin- del abrazo de su amigo.
-        ¡Suficiente! Vamos a buscarla, usted majestad quédese con Yélahiah – Le dijo Fadil a la chica –
-        No soy inútil, puedo salir a buscarla –
-        No, prefiero que se quede aquí. Mahasiah, vamos. –
-        ¿Y tú de qué te ríes? – Preguntó Mahasiah sin siquiera mirar a la chica que se reía a su espalda, luego se dio vuelta y la miró fijamente - ¡¿DÓNDE TE HABÍAS METIDO?! Si te hubiera pasado algo sería culpa de Fadil –
-        ¡Sí, mi culpa! Majestad, si algo os hubiera sucedido no sé qué habría sido de mi – dijo el elfo.
-        Yo sí sé que habría sido de mí, habría sido feliz – Comentó Fadinhe mirando despectivamente a su hermano.
-        Ya puedes dejar de hablar así – Dijo Yélahiah –
-        No, no puedo – lamentó Fadil bajando la mirada – Y tú ándate a cocinar – Dijo a su hermana, quien le sacó la lengua y se quedó al lado de ambas hechiceras.
-        Son raros – comentó Ariadna mientras salía de la tienda.
-        ¿Y tú dónde vas? – preguntó preocupado el trigueño.
-        A perderme – respondió.
-        ¿Y por qué no hacen tanto escándalo cuando ella sale y conmigo sí? No es justo. – Reclamó Isis quien se amurró y pasó de largo hasta su hamaca – Buenas noches.
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-        Son solo unas niñas, señor – Informó el jefe del escuadrón de espías –  No tendrán más de diecisiete años, nada de qué preocuparse. Ni siquiera están entrenadas. Pero sabemos que las acompañan un escuadrón de seis elfos comandados por Fadil, ese elfo que nos ha causado tantos problemas. Si usted nos da la orden, nosotros nos podemos encargar fácilmente de ellas. –
-        No seas ingenuo, los poderes de las hechiceras se activan cuando están en peligro. Ni cien de tus hombres podrían con los poderes desatados de ambas. Debe ser una por una. Busca a la descendiente de Amelia, empezaremos por ella, esa rama siempre ha sido más firme. Ahora retírate.
-        Sí, señor. –
El peso que sentía en su pecho se alivianó, por fin podría cobrar venganza. “Sólo unas niñas-pensó- Sin entrenamiento, sin preparación, sin saber a qué se enfrentan. Podría encargarme de ellas yo mismo sin problemas. Esperaba un desafío mayor.” Con ese pensamiento el collar en su pecho se volvió un poco más pesado.

-        Tienes que comer –
-        No quiero. –
-        Isis, tienes que comer algo –
-        No quiero – Respondió usando el mismo tono que Mahasiah.
-        Isis, tuviste un viaje interdimensional, tienes que salir y comer algo –
-        No voy a salir –
-        Entonces yo te saco – Y dicho esto, Mahasiah la tomó en brazos, la cargó en un hombro y la saco de la tienda. La sentó en un tronco cerca del fuego y le pasó un plato con comida – Y te lo comes todo o te lo doy en la boca.
-        Bueno, papá – dijo con sorna –
-        ¡Por Dios! ¿Quieres soltarme? – Exclamó Ariadna –
-        Es que nunca te había tocado y quería saber cómo te sentías. – Explicó apenado el joven.
-        Si no me sueltas, no puedo comer ¡Suéltame, violas mi espacio personal! –
-        ¡Ja ja! ¡Te violan tu espacio personal! – Se burló la otra chica y recibió un trozo de pan en su frente. Miró sorprendida a Mahasiah – Es violenta ¡No puedo estar con una persona violenta! Soy muy linda y torpe – Recibió otro trozo de pan en la frente. Isis ahogó una exclamación y comenzó a comer mientras botaba lo que no le gustaba.
-        ¿Por qué a la hechicera no le gusta mi comida? – Preguntó Fadinhe al ver como la niña botaba casi la mitad del plato. Fadil la miró maliciosamente.
-        A nadie le gusta tu comida – Dijo a su hermana y sonrió –
-        Lo que pasa es que aún no aprende a comer – Agregó Ariadna despectivamente sin mirar a la otra niña.
-        Te gusta molestar a la gente… - comentó Yélahiah, mientras comía.
-        Es uno de los más grandes placeres de la vida, después viene comer chocolate… Hablando de comer ¿Cómo es que aquí comes, pero en la tierra nunca te vi probar un bocado?
-        Mmm, no sé, nunca sentimos hambre. – respondió pensativamente
-        Ni ganas de ir al baño. – agregó Mahasiah
-        Y si nos caíamos de un cuarto piso seguíamos vivos, no sentíamos dolor. Éramos espitirus – todos lo miraron raro, como diciendo “¿Qué?”
-        Quiso decir espíritus – aclaró Ariadna a lo que le siguió un “¡aaah!” general.
-        Y dicen que yo hablo raro. Pongámonos serios, mañana debemos despertarnos temprano porque el viaje es largo y debemos llegar lo antes posible con las brujas.
-        Yo no quiero ir a ver a esas brujas ¿Por qué tenemos que ir con esas brujas? – preguntó Isis
-        Porque sí –respondió Mahasiah esquivando la mirada de la niña, quien ahogó un grito.
-        ¡Tú tienes algo con alguna de esas brujas! ¿Por qué nunca me lo dijiste? ¡Eres tan injusto! ¡Me hablabas de honestidad, pero nunca me dijiste que tenías un romance a mis espaldas! Eres muy malo.- Mahasiah enrojeció hasta las orejas y evitó contestarle a su protegida.
-        ¡Sabía que tenías algo con Lucis! ¡Yo lo sabía! – Gritó Yélahiah soltando por un momento a Ariadna, quien aprovechó de escapar, y señaló a su amigo con un dedo inquisidor –
-        ¿Con Lucis, en serio? Nunca me lo habría imaginado, con razón nunca aceptó mis ofertas. – Fadil miró pensativamente a Mahasiah, quien lo miraba con odio – No debería hablar de esto frente a mis majestades – Susurró mientras se tapaba la boca.
-        Ella no aceptó tus ofertas porque eres feo – Le dijo Fadinhe a su hermano, logrando las carcajadas de Ariadna. Isis los miró divertida.
-        Fadil, continúa, por favor – Dijo Daltar, uno de los elfos que los acompañarían en el viaje, evitando que comenzaran a discutir. –
-        Cierto, como iba diciendo. Con ellas entrenaran en las artes de la magia y nosotros – apuntó a los demás elfos – les enseñaremos a utilizar la espada y el arco.
-        Ah verdad que tú siempre le achuntas – Agregó Isis mirando sonriente al elfo, quien no entendió. Ariadna seguía riéndose.
Isis miró sorprendida al elfo luego de procesar la última frase y comenzó a reír histéricamente mientras retorcía sus dedos nerviosamente. Se levantó y caminó de un lado a otro sin parar de reír.
-        No, no ¿Cómo que espada? ¿Y un arco? No. No. No ¿Cómo que magia? Esto suena muy loco, esto no es real. Ustedes son producto de un sueño, de mi imaginación. De-de… Tengo miedo – soltó otra carcajada nerviosa y se desplomó en el suelo riendo, Mahasiah se acercó a ella - ¡No te me acerques! Tu-tu-tú no puedes ser real no puede ser que te toque. – La chica se comenzó a alejarse de él mientras miraba las orejas de los elfos – Todos ustedes no son reales, no puede ser que tengan esas orejas ¡Sáquenselas! – Gritó mientras se lanzaba encima de Daltar y comenzaba a tirarle las orejas - ¡¿POR QUÉ NO SE SALEN?! – Mahasiah la tomó por la cintura, la alejó del elfo, quien se sobaba sus orejas, y trató de tranquilizarla.
-        Ya, tranquila. Respira, relájate. Ya, ya, cálmate – Dijo mientras acariciaba el cabello de la chica, quien seguía riéndose histéricamente – Isis, todo va a estar bien, no voy a dejar que nada te pase. –
-        ¡No te creo! Sé que llegaremos donde las brujas y me vas a abandonar por esa tal… tal, ¡Luciérnaga no sé qué! Quiero irme a mi casa – gimió mientras hacía pucheros. Fadil la miró apenado, se acercó para hablarle pero se tropezó y cayó en los pies de Fadinhe, quien aprovechó de darle un puntapié en la frente. Isis lo vio y comenzó a reír, normalmente. –
-        ¿Y eres el mejor guerrero? – preguntó Ariadna – Quiero volver, no me siento segura con un guerrero que se cae porque una niña se ríe, no me siento segura, no. Volvamos. – Le dijo a Yélahiah.
-        Está bien, pero yo no sé cómo volver. Y si supiera, no podría. Me matarían, por traidor. – Le respondió el trigueño –
-        Entonces te usaré de escudo humano –
-        Está bien. –

Isis se levantó. Había dormido abrazada a Mahasiah ya que fue la única forma que él había hallado para tranquilizarla. Vio que Yélahiah seguía durmiendo en el suelo, junto a la hamaca de Ariadna, quien dormía plácidamente. Salió de la tienda y la brillante luz del sol le llegó de frente, cegándola por unos minutos.
-        Me obligan a estar en este lugar y ni siquiera pude traer mis lentes –
-        No seas tan quejona – escuchó una divertida voz masculina – Eres igual a tu abuela, incluso en eso. – La chica lo miró de reojo - ¿En serio nunca contaron algo sobre Ziadeh? –
-        No – contestó a Yélahiah mientras observaba a los elfos que se habían levantado con el primer rayo de luz a ordenar todo y practicar con sus armas - ¿Qué es Ziadeh? ¿En serio tengo que aprender a usar la espada y el arco y las flechas y todo eso? Porque, la verdad, nunca fui buena en ningún deporte y eso que me mandaron a clases de defensa persona… – pensó por unos segundos – Puedo dar volteretas y pararme en dos manos. Eso es todo lo que sé, ¿me sirve de algo? ¡Ah, sí! También puedo trepar a los árboles rápidamente y gritar y correr. Ah y no puedo saltar la cuerda.
Yélahiah la miró divertido. Le llamó la atención que la chica fuera casi de su altura, apenas por unos centímetros más baja, y que no luciera tan tranquila, a diferencia de Ariadna, que por su pasividad se acomodaba a cualquier situación y había  logrado relajarse desde el primer momento, sin quejarse demasiado. Definitivamente eran muy distintas.
Pensó en qué podía contestarle, pero Mahasiah los interrumpió.
-        ¡Hey, cuidado que ella es mi protegida! – Dijo el joven desde la hamaca, mientras comenzaba a levantarse –
-        No es mi culpa que me prefiera. Asúmelo, Mahasiah, siempre he sido más guapo que tú, todas me prefieren – Contestó el trigueño provocando la risa de la chica – Isis ¿Quién es más divertido, el aburrido de allá adentro o yo? –
-        Mmm… - pensó por unos segundos – Prefiero a los elfos –
-        ¡Gracias, majestad! – Gritaron a coro los elfos –
-        ¡Dejen de gritar, hay gente que intenta dormir! – Gruñó Ariadna mientras se tapaba hasta las orejas con sus mantas –
-        Levántate, majestad dormilona, creo que ya tenemos que partir – intentó despertarla Yélahiah, aunque sabía que era inútil.
-        Majestad – Saludó Fadil a Isis – Yélahiah, Mahasiah – Ambos le hicieron un gesto con la cabeza – En media hora partiremos, tomen desayuno, hagan lo que deban hacer y nos vamos ¿Su majestad Ariadna se encuentra bien? – Preguntó mirando detrás de Yélahiah.
-        Sí, está bien. Sólo quiere dormir un poco, yo la despertaré, no te preocupes. – Contestó el trigueño interponiéndose entre el elfo y la tienda –
-        No quiero tomar desayuno, no tengo hambre – Le dijo Isis a Mahasiah –
-        ¡¿Por qué no quiere comer lo que yo cocino?! – Le preguntó Fadinhe a su hermano, quien la miró confundido.
-        ¿De dónde sales tú? –
-        Estoy en todos lados – Respondió, apretando su cuchara de palo, sin dejar de mirar a la hechicera que dejaba el plato en el suelo.
-        Entonces practica algo con los elfos, que ellos te den una espada o un arco o lo que sea y ve qué puedes hacer – Dijo Mahasiah, entrando a la carpa.
Yélahiah se encogió de hombros y lo siguió. La chica se dio media vuelta y se encontró con Fadil, quien la esperaba expectante; Isis fijó su vista de inmediato en la espada que el elfo llevaba en su mano.
-        ¿Para qué es eso? – preguntó, pensando en alguna excusa – Yo prefiero la cuchara de palo.
-        Para que practique, majestad, su abuela era la mejor con la espada. Vamos, yo le enseñaré – Contestó llevándola hasta el centro del campamento – Tome la espada por la empuñadura –
Ariadna no pudo seguir durmiendo a pesar de haberles gritado que se callaran, normalmente cuando gritaba algo, cosa que no era muy común, le hacían caso, pero seguía habiendo ruido y ya se le había quitado el sueño.
Se levantó y vio a Yélahiah dándole la espalda conversando con Mahasiah mientras miraban hacia el centro del campamento. Se vistió rápidamente y se les unió, solo por hacer algo. Al llegar, el trigueño la abrazó cariñosamente. Ya estaba cansada de tanto afecto. “Lo prefería invisible e intocable” Pensó mientras lo corría. Se fijó en la chica que tomaba torpemente una espada y trataba de levantarla.
-        ¿Te das cuenta de que esa es una de las razones por las que no me habría enojado contigo si me despiertas? – le preguntó a Mahasiah – ¿por qué la entrenan a ella y no a mí?
-        Porque extrañamente, ella se despertó temprano – Contestó el joven sin dejar de mirar a su protegida – Creo que la espada no es lo suyo, debería practicar con el arco –
-        Qué extraño – comentó Yélahiah – Su abuela era experta con la espada-
-        Pero son personas diferentes, con distintas capacidades. Ariadna, inténtalo tú – La chica miró al joven de ojos azules – Ve. –
La trigueña caminó hacia donde estaba la chica junto al elfo. Miró como él ayudaba a la chica a tomar y a mover la espada, no era difícil. Observó detalladamente los movimientos que hacía Fadil con el arma, corrección era fácil.
-        Lo voy a intentar –
-        Claro, majestad, le conseguiré otra espada ¡Gorio, necesito otra espada! – Como respuesta del otro elfo, recibió una espada – Aquí está, majestad. La debe tomar por la empuñadura – indicó entregándosela – Inténtelo. –
-        No, si la voy a tomar por el filo- dijo molesta la chica, aunque no era extraño, a Ariadna muchas cosas le molestaban.
-        ¿Qué apostamos a que le resulta antes que a Isis? – preguntó Yélahiah a su amigo, quien observaba la escena divertido –
-        Yo estoy de acuerdo contigo, así que no creo que me convenga apostar en tu contra – contestó Mahasiah.
-        Eres un mal protector, deberías defenderla y apoyarla – apuntó el trigueño –
-        Eso hago, solo que soy realista. Si ella no quiere, no lo va a hacer. Fíjate en su rostro, está incómoda, incluso molesta – Ambos miraron el rostro de la chica, notando que había un dejo de indiferencia hacia el elfo y su espada - ¿Ves?
Isis miró como a su compañera le resultaba a la perfección todo lo que el elfo le había intentado enseñar, se sorprendió que con Ariadna se viera tan fácil. Aun así no quería aprender a usarla, lo encontraba tonto ¿Si podía usar magia –supuestamente- para qué aprender a utilizar armas? No tenía sentido. “¿Para qué me sirve la magia, entonces?” pensó sin dejar de mirar a Fadil y a la chica. Comenzó a alejarse despacio de ellos, para pasar desapercibida, pero cuando se dio media vuelta –pensando que no se habían dado cuenta- se encontró de frente con uno de los elfos y rápidamente fijó su vista en el arco y las flechas que llevaba en sus manos. “¡Mentira que ahora quieren que intente con el arco!” Pensó, bajando la mirada.
-        Majestad, no crea que puede correrse tan fácilmente. A pesar de que no resultó con la espada, debe aprender a usar el arco. La ayudará a defenderse – Dijo Fadil acercándose a ella –
-        ¿Defenderme de qué? - preguntó a Gorio - Nadie dijo nada sobre defenderme ¿hay malos? Nadie me dijo nada de los malos ¿Quiénes son los malos? – Preguntó Isis tomando el arco como le enseñaba el elfo – En serio, no puedo hacer esto, tengo muy mala puntería y no tengo nada de fuerza. –
-        Majestad, inténtelo. – Dijo Gorio.
-        No me va a resultar – insistió sin dejar de seguir las instrucciones de Gorio - ¿Así? – Apuntó a un árbol – No me va a resultar – amenazó. Lanzó la flecha y cayó en el centro del árbol. Miró sorprendida la flecha – Mira, me resultó. – le sonrió al elfo y saludó a Mahasiah, quien no dejaba de sonreír.
-        No es tan mala, después de todo – comentó divertido Yélahiah – Ariadna sigue peleando con la espada. –suspiró- Yo sabía que lo de la espada no era buena idea, ahora no se quedará tranquila hasta que la maneje a la perfección, o mejor. Odio que sea tan perfeccionista – refunfuñó el trigueño –
-        Déjala tranquila, si a ella le gusta lo que hace, genial. Que sea feliz con su espada, con tal de que no comiencen a pelear entre ellas, todo bien – Comentó Mahasiah mientras veía como cada una practicaba por su lado – Oh, no. Esto no terminará bien… -
Mientras Ariadna seguía practicando junto a Fadil. Isis continuaba lanzando flechas a distintos puntos y así mejorar su puntería, pero de repente –y sin que nadie, excepto Mahasiah, lo premeditara – una flecha lanzada hacia el cielo cayó entre el elfo y la trigueña, interrumpiendo su práctica. Ariadna se detuvo, fijó su vista en la flecha y luego miró a Isis, quien le sonreía como pidiendo disculpas. El elfo notó que los ojos de la chica tomaban un tono esmeralda.
- Lo siento – dijo Isis acercándose a ellos – De verdad, fue sin querer. Jamás les habría tirado una flecha a propósito, en serio. ¿Tus ojos no eran pardos? Como sea, perdón. – La chica miró a Ariadna esperando una respuesta, pero ella solo se dio media vuelta dándole la espalda y levantó la espada para seguir practicando. - ¿Eso es todo? – Preguntó sorprendida y se puso delante de ella - ¿En serio? ¿Ni un “no te preocupes” o un “Fíjate para la próxima”? – La chica bajó la espada y miró molesta a Isis –
- Estorbas – indicó con tono molesto – Vete con tu arco a otra parte, estoy tratando de practicar.
Isis la miró enojada y salió del medio. Caminó cinco pasos y se dio media vuelta.
- ¡Antipática! – le gritó, tiró el arco y las flechas al suelo y volvió al interior de la tienda.
Ariadna la miró de soslayo, no era la primera vez que le decían así, ya ni le importaba. Levantó la espada y con un gesto le indicó a Fadil que siguieran practicando, el elfo la miró sorprendido; no se había imaginado que las hechiceras serían así.
Mahasiah frunció el ceño al ver acercarse a Isis, trató de hablarle pero la chica paso de largo sin siquiera mirarlo. Yélahiah negó con la cabeza “siempre hace lo mismo –pensó- un poco de tolerancia no le haría mal a nadie”.
- Oye “miss simpatía” ¿no crees que, no sé, se te pasó la mano con lo “profesional”? - Ariadna detuvo la espada antes de terminar la estocada y lo miro como diciendo “¿y ahora qué?” - yo creo que deberías disculparte… o disculparla... o algo así. - la niña lo miraba, Yélahiah siempre se ponía nervioso cuando la niña lo miraba así de fijo, esta vez le dio miedo.
-       ¿Desde cuándo te he hecho caso en algo Yélahiah?-
-       Mmm... ¿nunca? -
-       Sip... así que ahora no va a ser la excepción, y no creo que sea conveniente que me obligues a hacer algo si tengo una espada a mano... – Fadil, que seguía ahí, rió nervioso y el muchacho se puso pálido hasta que la niña comenzó a reír – deberías ver tu cara, es igual a la que ponen mis hermanos cuando me ven con el cartonero. – Rió en voz alta.
En la carpa a Mahasiah le recorrió un escalofrío por la espalda, la actitud de esa niña daba miedo. La vio soltar un suspiro de aburrimiento y dejar la espada de palo en el suelo para sentarse a comer el austero desayuno que le ofrecieron los elfos. Se acercó a los elfos, sabía que, tarde o temprano, por curiosidad, Isis se le uniría. Mahasiah se sentó junto a Yélahiah, quien se corrió para dejar entre ellos a Ariadna. La muchacha los miró, primero a uno, después al otro y luego repitió la operación.
-       ¿Se puede saber por qué son iguales a nosotras? - los dos muchachos se miraron – Yo pensé que tú eras como yo porque eran producto de mi imaginación, pero tú – dijo refiriéndose a el moreno – Bueno, nunca te había visto antes.
-       Lo que pasa  - respondió el aludido – es que nosotros no somos de la misma, ¿cómo decirlo? Raza que ustedes.
-       ¿Ah no?  - preguntó una vocecilla infantil que sobresaltó a los tres. - Entonces ¿qué eres? - preguntó Isis, mientras Ariadna la miraba con odio mal contenido. - Deja de mirarme así, supéralo. – le comentó a la morena sin prestarle mucha atención -
-       Sí, mira en este lugar hay más de una raza de seres pensantes.  - continuó el muchacho – están los elfos, como Fadil – quien acababa de incorporarse a la conversación –
-       ¡Y Fadinhe! – Agregó la elfa, mientras pasaba -
-       … Y los humanos normales, que son, bueno, son normales; los enanos, pero no hemos visto a ninguno… - Continuó Mahasiah.
-       ¡¿Son como los del “Señor de los anillos”?! – Interrumpió, asustada, Isis.
-       No... - respondió Mahasiah comenzando a perder la paciencia, una por las interrupciones, otra por la estruendosa risa de su amigo – Son como más de tierra, como si los hubieran esculpido de una roca... -
-       O sea como los Moai.  - Volvió a interrumpir la niña. Otra carcajada de Yélahiah se dejó oír.
-       ¡No! – gritó enojado
-       Pero ¿cómo sabes que no son como los Moai si no has visto a ninguno nunca en toda tu vida? – Insistió la chica, acabando con la paciencia del joven – Mahasiah, no sabes nada. Mejor sigue con eso de por qué son iguales a nosotras.
-       Entonces – Dijo retomando el tema - Están los enanos ¡QUE NADIE SABE COMO SON! - dijo antes de que lo interrumpieran – los Hechiceros, como ustedes y Adrik. Los centauros ¡Y sí, tienen trasero de caballo! – Dijo Mahasiah al ver que Isis abría la boca para acotar algo. Luego cerró su boca y lo dejó continuar - y nosotros, que somos los Ogleda, que es plural de ogled.
-       Un Ogled es un protector – continuó Yélahiah, que se las había arreglado para abrazar a Ariadna, de modo que no se lanzara encima de la otra chica, quien la seguía ignorando. – y a los siete años de haber nacido, a un ogled se le asigna una persona con quien estará ligado hasta que esa persona ya no dependa de sus cuidados. Normalmente se nos asignan príncipes o princesas, o algún aristócrata importante, pero a los más capaces, ¡como nosotros! - exclamó apuntándose a sí mismo y a su amigo – se nos asignan personas muy poderosas, que no saben cuan poderosas son, por lo que se ponen en peligro a ellas mismas, ustedes, y a la gente que las rodea.
-       Eso no explica por qué son iguales a nosotras... - reclamó Ariadna
-       Lo que pasa es que como nos criamos con ustedes, nos criamos a su semejanza, para que no se sientan desconfiados de nosotros cuando son pequeños y también a su equilibrio, por eso tenemos personalidades contrarias a ustedes, porque las estabilizamos y evitamos que sus poderes se salgan de control y las perjudiquen. Somos como un espejo de ustedes, nacemos como unos seres neutrales y vamos tomando forma a medida que ustedes van creciendo y forjando una personalidad. Nosotros forjamos la contraria, pero complementaria.
-       Espera, espera, déjame ver si entendí  - lo interrumpió muy seria Isis - ¿ustedes tienen siete años más que nosotras? ¿ustedes tienen veintiuno? ¡no es justo! y yo que creía que era mayor que tú. Y tú ¿cuántos años tienes? - apuntó a Fadil, que miraba un poco molesto la cercanía con que Yélahiah trataba a Ariadna.
-       ¿Eh? ¿yo? Yo tengo diecinueve años, alteza –
-       Yo tengo dieciocho – Agregó Fadinhe pasando de vuelta, dejándole una cacerola a su hermano – Cómete las sobras – Fadil la miró enojado, nuevamente.
-       ¡No se vale! ¡Yo no quiero ser la más chica de aquí! -
-       Espera, ¿dices que tienes diecinueve? - preguntó Ariadna, el elfo asintió con la cabeza – ¿y que eres así como “el mejor guerrero de tu tribu”? - el elfo hizo una mueca con la cabeza de “más o menos”
-       Más bien de toda la comunidad élfica. - respondió con orgullo.
-       “Más bien de toda la comunidad élfica” – Imitó con sorna su hermana a Fadil.
-       ¿Y cómo entonces eres tan torpe? - preguntó la trigueña, Fadinhe, Mahasiah y Yélahiah comenzaron a reír, la primera y el último rieron tanto que ambos perdieron el equilibrio y Yélahiah cayó del tronco donde estaba sentado con la niña encima.- ¡¿me quieres soltar?!
-        A todo esto – Dijo Isis mirando de soslayo a la morena que volvía a sentarse en el tronco - ¿Quién es Adrik? ¿Por qué tenemos que pelear con él? ¿Han tratado de dialogar? A mi parecer una buena conversación soluciona las cosas y si le agregas una linda sonrisa, mejor. Apuesto que nadie ha intentado hablar con él. Quizás solo necesita salir de este lugar tan deprimente y ya no será malvado, ¿por qué es malvado? ¿alguien se ha preocupado de eso? Nadie, todos piensan que peleando se solucionan las cosas. No, no, no… – Todos la miraron sorprendidos, hasta los elfos que no habían prestado mucha atención a la conversación se quedaron de una pieza cuando “su alteza” finalizó. - ¿Por qué me miran así? –
-       Isis, es más complicado de lo que parece – Dijo Mahasiah.
-       ¿A qué te refieres? Nadie me explica, y si no lo hacen, entonces no me importa qué es lo que pueda pasar acá. Además ¿Quién realmente dice que nosotros somos los buenos, y ese tal Adri no sé qué es el malo? –
-       Buena pregunta, majestad, pero la diferencia entre él y nosotros, es que nosotros no arrasamos pueblos enteros. – intentó explicar Daltar
-       ¡Ya! ¿no deberíamos comenzar a movernos?  - le interrumpió Mahasiah – tenemos que llegar a donde las hechiceras lo antes posible. Y así ya no te molestaremos tanto con eso de aprender a usar las armas… - le comentó a Isis.
-       La única razón por la que quiere llegar rápido donde las hechiceras es para ver a Lucis… - murmuró Yélahiah a Ariadna en un tono no muy discreto que hizo reír a Fadil.
-       ¡Ah claro! ¡Así que si me vas a dejar por esa tal Lucero! - Le reprochó Isis cruzándose de brazos mientras Ariadna al fin lograba zafarse del abrazo de su amigo y, para no volver a caer en él, empujó a Fadil, exigiendo que le enseñara a manejar la espada.
-       Necesito que me alejes de él – Le dijo la chica en un susurro – No es que me moleste que me quiera pero es... - pensó por un segundo – Demasiado amor. - Fadil la miró divertido, sin estar seguro de si es que estaba bien que se riera o no.
-       Ahora tú también me dejas por otra, elfo traicionero – le recriminó Isis a Fadil por dejarla hablando sola.
-       ¿Usted también quiere entrenar con la espada, majestad? - preguntó el elfo complacido por el interés de la niña en entrenarse.
-       Te lo puedes quedar - le dijo a Ariadna, mientras se hacia la desentendida con Fadil.
-       Tú eres rara – afirmó Ariadna fijándose realmente por primera vez en ella.
-       Pero, majestad, usted puede practicar con el arco – Insistió el elfo -
-       ¡Para de tratarme de “usted”! No tengo cincuenta años como mi mamá, ¡O sea! – Refunfuñó Isis. “Oh, no puede ser tan tonta” pensó Ariadna -
-       Isis, no puedes hablar así de tu madre – Regañó Mahasiah, recordándole a la chica como era su papá -
-       ¡Ay, cht! - Respondió la chica juntando los dedos de una mano.
-       ¡Ya te he dicho que no me chites! - El joven la zamarreó por los hombros, dejándola mareada -
-       Se me olvidó que ahora me puedes tocar – Lamentó cerrando los ojos. –
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Kulfen entró a la fortaleza, las sombras reptaban desde los muros de piedra hasta el suelo como si estuvieran arrastrándose tras él, siguiendo su camino en un silencio asfixiante. Bajó las estrechas escaleras de piedra pulida y caminó por el mal alumbrado pasillo. Se detuvo ante un par de puertas de ébano, dos veces más altas que él, y dio tres golpes con la manija de plata, luego entró.
Al entrar en la habitación, sumida en la más completa oscuridad, pudo sentir aquella conocida pero no menos terrible presencia, con la cabeza gacha rompió el asfixiante silencio.
-        Señor, nuestro espía ha localizado el campamento de las hechiceras. Se encuentra a trece días de distancia, podemos comenzar el movimiento de captura en el momento en que usted lo ordene. –
-        Aún no. Quiero que las estudien a ellas y a los elfos. Necesito un informe de cuantos guerreros las acompañan y cuán bien entrenados están, también de sus avances en entrenamiento todos los días. Debemos sabe contra qué nos enfrentamos. Y recuerda, si por algún desafortunado – dijo Adrik con una amenaza escondida en la última frase – incidente se llegan a enfrentar a las hechiceras, maten a la nieta de Amelia.
-        Sí, señor. –
Kulfen hizo una reverencia y salió de la habitación cuidando no darle la espalda a su señor.